Este hermoso pasaje de Hebreos 10: 26 nos advierte de
una horrenda expectación de juicio de la parte de Dios. Dios no nos ha dejado
ignorantes acerca de la verdad. Esta amonestación, como muchas otras en su
Palabra nos ha sido dada para que podamos elegir (en todo conocimiento de
causa), entre una vida haciendo la voluntad de Dios, o una vida haciendo
nuestra voluntad, y a nuestra manera.
Muchas veces pasamos por alto las advertencias de
Dios, ya sea porque no conocemos su Palabra; o porque la conocemos muy bien
pero preferimos ignorarla, creyendo que Dios hace de la vista gorda, que no ve,
o que sencillamente no lo toma en cuenta. Estos últimos, conocen perfectamente
lo que dice la Palabra de Dios, pero continúan dejándola de lado y
despreciándola. Son estos los que recibirán mayor castigo, ya que no podrán apelar
ignorancia porque no son ignorantes.
Un cristiano que vive su vida a su manera, como le
place, sin tomar en cuenta las advertencias de Dios para su vida, está
destinado a fracasar. Tenemos que empezar creyendo que el cristianismo descansa
sobre la completa autoridad de Cristo y obediencia a su Palabra.
Si nos preguntamos, ¿Y esto qué significa en la
práctica? La respuesta bíblica es «Autoridad Absoluta ».
Existen por lo menos, tres actitudes equivocadas que
podemos adoptar en cuanto a la revelación de Dios. Podemos rechazarla,
resistirla, o transformarla a nuestra conveniencia. El cristiano que actúa
buscando siempre esta clase de actitud, tratará siempre de tener éxito con una
mala interpretación de la revelación divina.
La vida espiritual cristiana significa rendición y
obediencia completa a Jesús y a su Palabra. Cuando el cristiano peca, está
obrando como si perteneciera a sí mismo y no a Dios, está obrando fuera de la
armonía del carácter y las obras de Dios. Por eso el pecado es designado como
«transgresión de la ley» 1Juan 3 :4. Así se enfatiza que es una violación
o contradicción a la autoridad divina. Es por esta razón que Dios advierte que
si el cristiano peca voluntariamente después de haber conocido la verdad, lo
único que le espera es la horrenda expectación del juicio.
El cristiano no
debe vivir como si Cristo no hubiese muerto y resucitado. La promesa de
Jesucristo es simple y clara cuando dijo : «Conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres». La palabra conocer, en las Sagradas Escrituras,
significa más que un simple conocimiento intelectual. Incluye decisiones de fe
y de práctica correctas. Conocer la verdad significa la práctica de una
relación personal con Dios.
La libertad prometida por Cristo es principalmente
espiritual. Es la libertad del hombre interior, libertad para ser la clase de
persona que debemos ser. Ser capaces de escoger nuestros propios pensamientos y
acciones sin someternos a la presión de los hombres, de las circunstancias o de
nuestros deseos pecaminosos. Es la libertad provista por la gracia y el
poder de Dios que nos capacita para diferenciar entre lo justo y lo erróneo,
practicar lo justo y gozar de ello.
La advertencia de Jesucristo es igualmente clara. Él
dijo: «Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado» (Juan 8: 34). «Pecar» es lo opuesto de conocer "La verdad». Es el rechazo
absoluto a la autoridad de Dios y de su Palabra, y la elevación del propio «Yo»
a la posición de Dios. Es la práctica de hacerse a uno mismo autoridad final y
convertir la satisfacción personal en el objetivo de nuestros esfuerzos. Cuando
se escoge este modo de vivir y de hacer estas cosas, se produce esclavitud. La
persona viene a ser esclava del propio «Yo». Entonces es cuando se
pierde la libertad, se practica el egoísmo y todo placer es simplemente
temporal.
¿Seguiremos ignorando las advertencias de Dios de
forma voluntaria?
La elección es nuestra y el resultado es inevitable:
«Libertad y vida eterna» o «Esclavitud y juicio».
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